Letras redentoras

No siempre fui la mujer fuerte y apasionada que soy hoy. Revisando el cajón donde guardo mis diarios y viejas libretas de apuntes, encontré una que contiene mis quebraderos de cabeza de otra época, en la que sólo era una criatura de la costumbre. Alguien capaz de convivir con una pareja abusiva… un hombre hecho de disciplina militar, de intolerancia, de odio, de resentimiento, de amargura, de tedio.

Leyéndola me preguntaba: ¿Por qué me mantenía al margen del riesgo y renunciaba a mis anhelos más profundos?, ¿Renunciaba por mis hijos, porque no tenía el valor, el coraje necesario para darle un giro a mi vida? ¿Acaso era un ser inane por naturaleza?

La verdad es que no puedo entender a la que fui en esos años de decaimiento, fragilidad y aridez. Estaba mustia y seca. Nada podía ofrecer. Como si mis cualidades y defectos se hubieran allanado y mi savia vital hubiera desaparecido.

La pasión, el coraje y la vida no me los había arrebatado la edad, pues era muy joven. La cobardía y el ansia de seguridad habían elegido un horizonte, en el que no podía fructificar más que la rutina y la dependencia.

A continuación algunos fragmentos de mis cavilaciones de esa época.

«La tranquilidad, los momentos de paz son engañosos… En un instante y sin razón aparente se desencadena la tempestad de insultos, amenazas, y el aire que se respira se vuelve opresivo.

Así de incierta es nuestra vida. Lo que ayer era bueno, hoy es malo y viceversa. Los planes no tienen sentido para nosotros. Nunca se llevan a cabo, por simples que sean. Todo lo que se ha de hacer está predeterminado unilateralmente con sumo rigor. El futuro se vislumbra tétrico y el presente es de sobrevivencia, de huir a la tragedia, de resistir el embate feroz de su tiranía.

El corazón se me encoge en el pecho, en una suerte de fobia a no se qué, mi cabeza va a estallar de tanto pensar. Constantemente me pregunto por qué continúo en este vía crucis sin fin.

Estoy tan cansada, tan cansada… »

Esta tragedia que viví, ha sido la de infinidad de mujeres en distintas épocas y es aún el diario vivir para muchas. Cómo la vive, la soluciona o la transforma cada una, constituye un infinito e inagotable manantial de ideas y reflexiones para quienes, como yo, la vuelcan al papel.

 

Mujer sentada en el campo escribiendo a modo de terapia.

 

Escribir diariamente me ayudó a salir de ese primer plano agobiante y situarme como espectadora de mi propia vida. Mi mundo interno se me reveló desde una perspectiva externa y neutral. De esta manera podía ver otras aristas del problema, que jamás habría advertido en mi estado habitual de embotamiento y enajenación. Poco a poco se fue ordenando el caos de mis pensamientos y noté la falta de coherencia entre lo que pensaba, lo que sentía y lo que hacía.

Comencé a afrontar de otro modo mi día a día. Después del desahogo en el papel dormía mejor. Mi mente pudo al fin descansar porque logré atisbar una vida «más vivible» más allá de los obstáculos. La escritura fue el primer paso y el más importante, ya que me permitió trascender lo cotidiano.

2 respuestas a «Letras redentoras»

    1. Beatriz, gracias por compartir tu experiencia. Cada mujer usa lo que tiene a su alcance para superar situaciones como esta, haciendo acopio de toda su fortaleza al enfrentarla. Me alegra que hayas podido superarla. Valoro mucho tu comentario.

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