Si por casualidad olvidaste tomar las consabidas e importantes resoluciones para el Año Nuevo el primero de enero pasado, recuerda que tienes nuevas oportunidades en las siguientes fechas:
3 de febrero… Año Nuevo budista.
5 de febrero… Año Nuevo chino.
31 de agosto… Año Nuevo musulmán.
29 de septiembre… Año Nuevo judío…
Lo más seguro es que no tenga sentido para ti hacerlo en otra fecha porque, además de los motivos religiosos, desde 1582 en casi todo el mundo se utiliza el calendario católico o gregoriano. Se lo debemos al Papa Gregorio XIII y tuvo su antecesor en el calendario juliano. Este se basa en el ciclo solar anual. Otros, como el chino, el hebreo, el budista, el hindú y el tibetano son lunisolares. Cuando quieras saber en qué año va el calendario hebreo, solo debes sumar 3760 a nuestro año. Este sería entonces el año 5779 para los judíos. En China sería el 4716. Para los musulmanes el 1440. En el calendario budista es el año 2560. Para los que siguen el maya es el 5132.
Igualmente hay diferencias en la duración del año y de los meses de un calendario a otro. El 29 de febrero del calendario gregoriano fue agregado justamente allí porque antiguamente era febrero el último mes del año romano. En el hebreo, su año bisiesto o «año preñado» tiene 13 meses. Adar (nublado) era el último mes del año y se prefería hacer el agregado a fin de año.
Yo, por mi parte, he adoptado el calendario holoceno, que me resulta más práctico. A la fecha actual le agregas diez mil años para obtener la fecha correspondiente en este calendario. No sé si les pase lo mismo pero, a mí no me gusta contar «al revés» antes del año uno. Me resulta incómodo. Y me agrada más la idea de tomar como punto de partida del calendario a un acontecimiento global, que tenga gran relevancia para nosotros como humanos. Y este fue el final de la última glaciación.
La historia de la humanidad se extiende muchos miles de años antes de Jesucristo, civilizaciones importantes surgieron en ese período. Además, cuando se lee o escucha «antes de Cristo» pareciera que no es una era importante. Es una sensación muy particular la que me produce el calendario tradicional, que no ha podido borrar la fuerza de la costumbre. La de tener que aceptar y guiarme por un error.
En mi opinión, al añadir diez mil años al calendario representamos el pasado de la humanidad de un modo más fiel. Si hay que poner un punto de partida en el tiempo, lo mejor sería escoger un evento que lo haya cambiado todo.
¿Qué opinas tú?
Aquí sale a relucir mi lado práctico . Aunque comparto muchos de los argumentos, considero que un cambio de calendario supone más un problema que un avance. Todo cuanto ha sido escrito tendría que ser readaptado, y prefiero no pensar en cómo sería leer un libro de historia tras ese cambio. Sería como decirles a los estadounidenses que tienen que dejar de medir la presión en libras por pulgada cuadrada, y hacerlo en lo sucesivo en kilogramos por metro cuadrado. Se unificarían criterios, pero a cambio de un lío monumental.
Efectivamente, contar los años en negativo, antes de Cristo, es incómodo. Ahora bien, el peligro de olvidar nuestros orígenes lo veo más en el modelo de pensamiento actual (visión a corto o muy corto plazo), que en la mera cronología.
Lo dejo aquí, que cuando empiezo a darle a la tecla me animo y suelto unos rollos insufribles.
Saludos.
Me place sobremanera tu comentario y el tiempo dedicado a leer mis divagaciones. Entiendo las razones prácticas que planteas y por eso no ando por ahí recomendándolo, sino que lo adopté para mí, para mi uso. Sería un lío tremendo cambiarlo todo… Lo sé.
El tema es interesante y que bueno que te animaste y le diste un poco a la tecla… No te preocupes, suelta todos esos rollos, que no son insufribles.