Con el cine llegó la magia de «otra realidad»

El cine tiene un componente mágico que te subyuga para siempre, si lo sabes descubrir y apreciar. Muchas veces en el pasado lo he preferido a la realidad. Esto puede parecer extremo, pero es algo que logré controlar. La clave es ubicar el cine donde va: entre el arte y la vida. Resultando, en muchas ocasiones una sublime mezcla de ambos.

 

Chica observando la magia del cine desde una butaca
«Le pido al cine lo que muchos estadounidenses le piden a las drogas psicodélicas». Alejandro Jodorowsky

¡Llega la magia!

 

A fines del siglo XIX se contaba con inventos como: el tren, el barco de vapor, el automóvil, el telégrafo, la bombilla, el teléfono y la fotografía. El teatro, la danza, la música y la ópera eran los grandes espectáculos de la época.

¡Hasta que se pensó en que la imagen se moviera! Como dijera Ramón Gómez de la Serna: «Al inventarse el cine, las nubes pardas en las fotografías comenzaron a andar». A partir de ahí el mundo fue diferente. ¡Llegaba la magia del séptimo arte!

Un arte que integraba todos los demás: contando historias; manejando la luz, el color y las sombras; con ritmo, tonos; moldeando personajes; representando figuras en el espacio, acompañadas por la música; reflejando conflictos y construyendo entornos…

La literatura ha sido fuente inagotable de ideas para guionistas y directores. La fotografía, la pintura, la escultura o la arquitectura, suponen su mayor soporte estético. Así, el cine termina siendo un compendio de todas las artes y una expresión artística en sí misma.

 

«Si puede ser escrito o pensado, puede ser filmado». Stanley Kubrick

«Una película es (o debería ser) como la música. Debe ser una progresión de ánimos y sentimientos. El tema viene detrás de la emoción; el sentido, después». Stanley Kubrick

 

Para mí el cine no ha sido nunca simple entretenimiento. Su influencia fue directa y decisiva en mi vida. Desde la primera vez despertó sensaciones y emociones muy fuertes.

Tenía 5 años y acababa de mudarme con mis abuelos y a pocos metros de la casa… ¡estaba el cine! A esa edad vi mi primera película: Tigres en alta mar (URSS, 1961).

Cuando entré a la sala de cine y alcé la vista a la gigantesca pantalla, quedé petrificada. En ese instante se proyectaba la imagen de un tigre rugiendo… Era tan real, tan hermoso, y a la vez tan impresionante para mí, que no pude moverme durante un largo rato, en el que lloré y lloré emocionada. Fue una sacudida que me estremeció por completo.

Ese día no pude verla. La conmoción fue tan grande que, olvidé que al entrar me dirigía hacia una butaca y, en cuanto pude, salí corriendo del cine. Sabía que no me alejaba por miedo… era otra cosa… una magia que nunca había visto.

Una prima de mi abuela era la acomodadora y vio todo lo ocurrido. Ella fue muy amable y comprensiva al acompañarme la próxima vez. Durante los años que viví en ese pueblo, esa señora fue mi cómplice. Cuando una película me gustaba me dejaba repetirla y repetirla, día tras día…

«No hay otra forma de arte que vaya más allá del conocimiento ordinario como lo hace el cine, directo a nuestras emociones, a lo profundo del alma». Ingmar Bergman

 

De esos años recuerdo «El hombre anfibio» (URSS, 1962), «Fantomas» (con Louis de Funès como el comisario Juve, 1964), «Tres avellanas para cenicienta» (Checoslovaquia, 1973), «Sandokan» (con el actor indio Kabir Bedi, 1976). Y muchos otros, que harían una larga lista, pero no es mi intención enumerar, ni resaltar el valor de cada film.

 

«El hombre anfibio» guarda gran similitud con la película «La forma del agua» de Guillermo del Toro.

 

Sí debo decir que esos filmes modelaron mi gusto por el cine a esa tierna edad. Sobre todo los soviéticos y los del cine checo de los sesenta. Si las viera hoy por primera vez, no tendrían gran valor para mí. Muchos no dejaron huellas, ni figuran en ninguna lista de películas memorables.

Sé que los idealizo, y entiendo que es lógico que así sea. No podría verlos de otro modo. Son amigos que me transportan a una dimensión espiritual, a la que siempre estoy regresando en busca de los tesoros invisibles que allí guardo.

No importa los años que hayan pasado, siempre los recuerdo con fervor, porque son una recreación de mi propia vida. Su huella es imborrable. Están vinculados a una época maravillosa y a eventos que recordaré siempre, a través de su conexión con el cine.

«El cine debería hacerte olvidar que estás sentado en una sala de cine». Roman Polanski

 

De vez en cuando entraba en shock nuevamente, inmersa en esa «otra realidad» que copaba mis sentidos, o ante una escena que «tocaba» mi mundo interior. Recuerdo un momento así en la sala de cine de la universidad. Estaba en la primera clase de un curso de Apreciación Cinematográfica con el crítico de cine cubano, Carlos Galeano.

Durante un rato intercambió impresiones sobre el cine mudo con nosotros. Por esa época en Cuba todos podíamos emitir una opinión al respecto, pues veíamos La Comedia Silente, los domingos por la mañana. Habíamos visto ese «teatro filmado» (filmaciones con la cámara inmóvil de principios del siglo XX).

Luego, sin dar detalles del argumento, nos puso El acorazado Potenkim (1925) de Serguéi Eisenstein.  Cine mudo igual, pero con innovaciones que revolucionaron el mundo del cine.

Al llegar a la escena de la carne con gusanos, la fuerza visual de la misma me impresionó enormemente. No se necesitaban diálogos… Más impactante aún fue la secuencia de las escaleras de Odessa.

Una madre al caer alcanzada por un disparo, da un empujón al coche con su bebé dentro. La tensión dramática era tal que varios compañeros nos agarramos de las manos, cuando el cochecito del bebé rueda escaleras abajo en un descenso precipitado entre cadáveres y moribundos…

 

La influencia de esta película es tal, que hay quienes creen que la masacre de la escalinata realmente sucedió.

«Nunca nada es tan claro como se ve en el cine. La mayoría de las personas no saben lo que desean o lo que sienten. Solamente en las películas se sabe bien cuáles son los problemas y cómo resolverlos». John Cassavetes

 

En una época particularmente difícil de mi vida, el cine fue mi terapia y mi salvación. Vivía y respiraba cine. De él saqué enseñanzas y lecciones útiles. Escuchaba las interpretaciones de otras personas, en sitios especializados, y así lograba abarcar las distintas dimensiones de un personaje y sus conflictos. Me ayudó a tener más clara mi actitud ante la vida.

Como decía Ramón Gómez de la Serna: «Lo bueno del cine es que durante dos horas los problemas son de otros». Una buena película te hace olvidar los problemas, te relaja, te distrae, a la vez que te enseña sobre algo. Ir al cine no sólo es divertido e interesante, sino que contribuye a mejorar nuestro estado de ánimo y la salud mental.

La experiencia del espectador de hoy es es más sensorial que intelectual. Por lo general se deja seducir, pero no reflexiona. Muchas películas de éxito rápido se centran en una idea breve pero impactante, porque lo que buscan es generar un auténtico espectáculo visual.

Hay que buscar debajo de esa capa superficial, buscar la esencia, una síntesis del tema tratado. Los filmes presentan conflictos que no siempre son obvios. Reconocerlos, analizarlos y compararlos con los propios, puede resultar muy beneficioso.

El productor europeo David Puttnam dijo: «Soy consciente de que la mayor influencia cultural y social que tuve fue el cine… Toda mi base ética se formó, no en casa o en la iglesia, sino a través de las películas… El despertar de un conjunto de creencias éticas con las que afrontar la vida, vino, en mi caso, del cine». Yo podría decir lo mismo, si agrego los libros y la literatura al cine.

¿Podría desaparecer el cine?

 

El cine ha cambiado de rumbo varias veces. Primero con la llegada de la televisión en los años cincuenta. Luego se popularizó el video y el DVD se convirtió en un espectáculo doméstico.

Para atraer más público, el cine comercial lo hizo con espectáculos de acción, siendo Hollywood quien dominara el panorama mundial. El más reciente cambio fue impuesto por la actual emergencia, a causa de la pandemia de COVID-19.

Una situación nunca antes vista en la historia del séptimo arte. Los cines en todo el mundo (en distintos grados) tuvieron que cerrar. Los estrenos se trasladaron a fechas futuras y las producciones cinematográficas también se detuvieron.

Una alternativa ha sido estrenar online, en streaming, a falta de grandes pantallas. Aunque esto no es opción para producciones millonarias. ¿Qué ocurrirá si los grandes estudios se niegan a utilizar plataformas virtuales para el estreno de sus películas?

 

La magia del cine vista a través de Netflix
Durante los meses de confinamiento, las películas y series de Netflix han sido un paliativo ante las preocupaciones y la incertidumbre que nos afecta a todos a nivel mundial.

 

¿El mundo del cine tal y como lo conocemos podría desaparecer? No lo creo. El magnetismo del cine es universal. Se transformará, de hecho en algunos países se han reabierto las salas de cine tomando estrictas medidas para evitar el contagio del virus.

Es probable, que como en el pasado ocurran cambios, pero quedarnos sin cine no es uno aceptable. El cine no tiene sustituto. No hay nada como el disfrute que proporciona una oscura y silenciosa sala de cine, mientras nos sumergimos en ese mundo de fragmentos que es un filme.

 

«Cada vez que veo una película en el cine es mágico, sin importar cual sea su argumento». Steven Spielberg

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