Romanticismo y candidez

El argumento de algunas obras literarias, visto desde una perspectiva actual, podría parecernos ingenuo, chocante y extemporáneo. Es el caso, por ejemplo, de las historias «Atala o los amores de dos salvajes en el desierto», «René» y «El último abencerraje» de Francois-René de Chateaubriand (1768-1848). Aunque no le pareció tan ingenuo a la Inquisición, que en 1803 suprimió del libro frases como estas: «entreabría mis labios al vientecillo, y éste, lejos de refrescarme, se abrasaba con el fuego de mi aliento». El autor y la obra fueron considerados heréticos y un inquisidor señaló que Atala «excita a esta infame pasión del amor». En La Habana de 1852 fue prohibida su representación en los teatros.

 

 

Leí estas historias siendo una niña aún, con una formación atea y me impresionó sobremanera la severidad del mensaje católico en ellas y el combate continuo entre la religión y el amor. En ningún momento me pareció inmoral su contenido, sino de un romanticismo puro, con la misma candidez de «Pablo y Virginia». No los personajes de «Un corazón sencillo» de Flaubert, sino la bella historia de Bernardin de Saint-Pierre. A quien le sirvió de modelo para su obra, la novela bucólica o idilio en prosa «Dafnis y Cloe». Esta es del escritor griego Longo de Lesbos, que se cree vivió en el siglo II en la época del emperador romano Adriano. Otra que me sigue gustando por la sencillez y gracia del argumento y el primor de su estilo.

Estas obras de gran éxito en el pasado, ya no impresionan a nadie por «sentimentales» pero ese candor y sencillez que transmiten son como un bálsamo para mí y las releo cuando me perturban y agobian las tortuosidades del alma humana.

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